F.... DONANDO A CARIDAD (JESS WALTER) versión ampliada 04/10/2010 10:45




A continuación, reproduzco los primeros fragmentos que he marcado en la novela Las Finanzas de los Poetas, de Jess Walter. El título de esta entrada coincide con el del segundo capítulo de este libro que me regaló mi madre recientemente, sabiendo que el texto iba a caerme bien con su fórmula de análisis periodístico caricaturesco, tragedia cotidiana y sentido del humor esperpéntico, proyectados sobre los valores que nos gobiernan y las causas del desastre financiero que inaguró el siglo XXI.


"Oye, va a venir el tipo ése a limpiar los aspersores",
dice Lisa mientras cruza ágilmente la cocina,
su falda se le infla con el movimiento,
y yo apenas puedo mantener la cabeza erguida...
¿Me he olvidado de hacer algo?

(...)

Y al parecer, sigo colocado, y soy un gran defensor del menú de marihuana del día; un gran fan. (...) En mi periódico, había un viejo y gruñon periodista de asuntos gubernamentales, llamado Abe Cowley, que siempre se quejaba de que "los chicos de hoy en día están jodidos", porque jamás podrían costearse sus propias casas ni encontrar empleo; yo no siempre lograba seguir el hilo de su perorata, pero si volviera a presentarse la ocasión le diría: Sí, Abe, tienes razón, los chicos de hoy no tienen futuro, pero, por el amor de Dios, ¿has probado su hierba?.

(...)

Trato de tener paciencia.
-¿No lo recuerdas, papá? No puedes limpiar los aspersores porque ya no tienes el compresor de aire.
-Dónde demonios está mi compresor.- Tiene las orejas muy coloradas, y aparta sus ojos de los míos. Me da la impresión de que en algunas ocasiones sabe que se olvida de las cosas, aunque no está muy seguro de qué es lo que no puede recordar.
-Mira, hablaremos de eso más tarde.
A veces esta respuesta es suficiente, pero en otras ocasiones su creciente demencia lo irrita y lo frustra, como ahora, y entonces discute conmigo.
-No, dímelo ahora. Dónde demonios está mi compresor. ¿Lo has vendido?
-No, papá. Lo diste a Caridad. ¿Recuerdas?
Eso es lo que le digo cuando insiste, y en parte, es cierto. Mi padre le dio todo lo que poseía a una stripper, cuyo nombre escénico era Caridad, una siliconada joven a la que conoció cuando fue a una reunión en Reno con unoa antiguos camaradas del Ejército, que terminó a las seis de la mañana con lap-dances en un club de strip-tease. La relación entre papá y Caridad fue uno de ésos que progresan paso a paso; en este caso, los pasos fueron: (1) movimientos pélvicos, (2) propuesta matrimonial en estado de ebriedad, (3) traslado de la stripper a casa, (4) robo de identidad y (5) desaparición de la stripper.

Después que papá la llevara a su lejana casa de Oregón, ella vivió exactamente diez días, el tiempo suficiente para limpiarle todas las cuentas bancarias, dejarlo sin crédito y pedir a su novio que fuera hasta allí desde Reno con el objeto de cargar la mayoría de las pertenencias de papá (incluyendo su amado compresor de aire) en una furgoneta de alquiler, y marcharse. Caridad se despidió  saludándolo con la mano desde la ventanilla de la furgoneta.


Las finanzas de los poetas. Jess Walter. 2010. Ediciones Plata. Traducción de Eduardo Hojman.

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