Estimado señor Dìaz Ferràn:
Yo soy, como usted, un gran empresario,  un tipo hecho a sí mismo, un representante casto de la patria de los  grandes hombres que están haciendo historia. Le escribo esta carta  para agradecerle la claridad de sus palabras, para ponerme a sus pies en  lo que precise pues ya iba siendo hora de que alguien hablara por  nosotros y llamara al pan, pan y al vino, vino.
Le doy las gracias infinitamente y aprovecho para contarle una anécdota, para que vea cómo va el país. Resulta  que he despedido a 100 trabajadores, de los 200 que tengo a mi servicio  y se han puesto en huelga de hambre,! los muy cabrones,! ¡como si alguna vez hubieran comido caliente¡ Y  van y deciden hacer esto a las puertas de mi casa para que mi devota  mujer les vea, para que mis vecinos sepan que están ahí, para que no  pueda acercarme a la iglesia todos los domingos sin pasar entres sus  caras sucias, sus tiendas de campaña malolientes, sus banderas rojas y  sus gritos, insultos y blasfemias. Y todo esto porque no les he pagado, ¡qué tontería!
Este  país va mal, señor Díaz Ferrán, estoy de acuerdo con usted, para poner  en su sitio el gran nombre de la patria es preciso que nuestra  servidumbre esté quietecita, lamiendo los pies del amo.
Es así señor  Ferrán, como usted dijo; tienen que trabajar más, más horas, muchas más,  por menos dinero, sí señor, así se expresa un buen español y nada de  festivos, ni de licencias médicas que los médicos no están para bobadas  de obreros enfermos de cólera, que se pongan manos a la obra, que ya va  siendo hora de hacerles saber quién manda aquí.
¡Ay señor Díaz Ferrán!, ¡cuántos hombres como usted se necesitan guiando el destino de esta patria¡
¡Cuánta verdad hay en su mirada, qué sabiduría la de sus palabras¡ Recuerdo  aquellos tiempos en los que se quitaban la boina para saludarme,  tiempos gloriosos que sin duda van a volver, recuerdo que incluso me  pedían que fuera el padrino de sus hijos o me traían a sus chavalas para  que las colocara en la cocina o en mi cama.
¡ Qué mal va este país!, ¿insisto demasiado señor Dìaz Ferrán?
Qué  pena que estas letras no puedan ir acompañadas por el griterío que hay  fuera de mi casa, son 40 los días que dicen que llevan sin comer, pero  yo no lo creo, nadie hay que resista sin un buen jamón, sin un buen  cochininillo, ¿no lo cree señor Dìaz Ferrán? ¿Acaso usted podría mantener un ayuno durante tantos días?, ¿a que no?
Pues  eso Señor Dìaz Ferrán, usted lo dijo en esta frase que ha quedado  grabada en mi memoria : “hay que trabajar más y cobrar menos”. Por supuesto, seños Dìaz Ferrán, así debe ser. Ese es el único camino para recuperar el buen nombre de la patria dócil, de la obediencia y el recato.
P.D.  Disculpe que cierre tan abruptamente esta carta, hay muchas ambulancias  ahí fuera, deben ser esos anoréxicos haciendo uso de la sanidad  pública, espere, yo le cuento, lloran muchos, alguno debe haberse puesto  muy enfermo.
Ya ni respetan la hora de la siesta.
¡Qué mal está este país señor Dìaz Ferrán, qué mal ¡ 
-opiniones de una poeta en pie de guerra-